Los Peligros de la Emigración
Según el poeta
griego Homero, el legendario Ulises pasó diez años luchando en la conquista de
Troya, y otros diez regresar a su patria, Itaca; en el camino tuvo que
enfrentar grandes desafíos, mientras perdía su reino, esposa e hijo. La corte
daba al rey por muerto, a la vez exigía a su consorte, Penélope, un nuevo
esposo. Penélope prometió a la corte casarse con uno de los pretendientes
cuando terminara un bordado que necesitaba; astutamente tejía de día y destejía
de noche, pero pronto fue descubierta. Ulises regresó a su reino como un mendigo
y participó en el reto que sus adversarios no lograban superar, traspasar una
flecha por el ojo de doce hachas. Luego de tantas adversidades logró recuperar
su reino y su familia.
Pero no todas las
historias son como la del griego Ulises, puesto que no todas tienen un final
feliz. En cambio, la mayoría de los emigrantes sufren el “síndrome de Ulises”,
planteado por el psiquiatra Joseba Achotegui, y que se caracteriza por un
estrés interminable entre el nuevo lugar que los recibe y aquel que se deja. Es
oportuno aclarar que, el emigrante es aquel que cambia su lugar originario o
residencia habitual por un nuevo territorio. El peligro de esta emigración,
mayormente irregular, reside en el dolor que causa dejar la familia, los amigos
y perder el sentido de identidad nacional. Respecto al nuevo territorio, el
inmigrante experimenta un estrés crónico y múltiple, debido al proceso de
adaptación al idioma, la cultura, la tierra, el estatus social, pérdida de los
derechos civiles y políticos, y el riesgo a su integridad física.
Al mismo tiempo, el
efecto de desconfianza que causa la persona que emigra, al residente local.
Esto viene dado por la cultura, situación personal y del país de origen por la
cual el emigrante llega al territorio receptor.
La cultura influye,
porque muchos países entienden erróneamente, que un asiático o europeo es más
disciplinado, y posee mejor ética para el trabajo que un africano y algunos
latinos, los primeros por la brujería y la magia, los últimos considerados
derrochadores, e influenciado por la cultura ibérica de “ya lo haré mañana”. En
efecto, será mejor recibido un indio, o un chino, que un congoleño o un
haitiano, aunque comparto la hipótesis de la cultura que desmiente esto,
planteada por Daron Acemoglu, en su libro: “Porqué fracasan los países”, en la
cual sostiene que la pobreza de los pueblos no depende de su cultura.
La situación
personal, va ligada a la situación del país de origen, al menos, así lo veremos
aquí. El éxodo de cubanos que emigran hacia los Estados Unidos, se analizó en
Guatemala, en el III Encuentro de Relaciones Internacionales, Comercio y
Negocios Internacionales de Centroamérica y el Caribe (2016); donde se comprobó
que la situación económica y política del país animó a los cubanos a salir de
su patria. Lo mismo ocurre con los haitianos que emigran hacia República
Dominicana, según estudios mostrados en el mismo encuentro, por el Comité
Nacional de Estudiosos de las Relaciones Internacionales (CONERI).
Todo lo anterior,
nos lleva a preguntar: ¿Dónde está el peligro?, el peligro está en el cruce
ilegal de las fronteras y en los propios migrantes. Estadísticas oficiales
revelan que más de cuatrocientas personas mueren cada año tratando de cruzar la
frontera entre México y Estados Unidos. Esta cifra sólo incluye aquellos
migrantes que mueren en el desierto por insolación, deshidratación, secuestros
y ajustes de cuenta entre carteles de narcotraficantes y cuyos cuerpos son hallados. El número
se duplica o triplica, no se sabe, cuando se trata de personas desaparecidas.
Estas últimas corren el peligro de ser secuestradas, abusadas sexual y
laboralmente, utilizadas como rehenes, y obligadas en muchos casos a servir de
mulas por los carteles para cruzar droga por la frontera; otras pierden la vida
en el famoso Tren de la Muerte, fascinantemente conocido como “la bestia” y un
grupo reducido llega a su destino.
Como ya se ha
aclarado, el país de origen del emigrante y sus condiciones sociopolíticas
influyen mucho en la confianza de los nacionales del país receptor. Esto se
comprueba, analizando las recientes medidas migratorias del presidente
norteamericano, Donald Trump, en la cual introduce un largo y complicado
proceso de revisión de los expedientes para los nacionales de siete países
(Irak, Libia, Irán, Somalia, Sudán, Yemen y Siria). Según la administración
Trump, esos países se caracterizan por tener grandes convulsiones sociales,
radicalismos religiosos y actos terroristas.
La nueva política
migratoria de EEUU, no está en consonancia con la de otros gobiernos en el
mundo, los que han sido afectados por el terrorismo en mayor medida que los Estados
Unidos. Hablemos del caso de los migrantes sirios, quienes debido a la guerra
civil en su país han tenido que huir y asilarse en otros países. Los gobiernos
de los países que los reciben incluyen a Turquía, que acoge no menos de 1,9
millones de sirios, Egipto (132,000), Alemania (98,700), Francia (6,700), Reino
Unido (7,000)… La lista es larga y las cifras siguen en aumento.
¿Dónde radica el
peligro?, a pesar de que el derecho al asilo y refugio están contemplados en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se cuenta con el Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para la protección y gestión
de los refugiados, hay una cuestión preocupante, y es que grupos terroristas de
los países señalados por la administración Trump, se confunden con las personas
que gestionan asilo y/o refugio de buena fe para ejecutar actos de terror en
los países que los acogen. Esto se comprueba con los atentados terroristas en
París, Londres, Berlín, El Cairo, Ankara, y otros lugares; es justo ahí donde
reside el peligro.
Después de todo, se
estima que en el mundo hay más de doscientos millones de personas migrantes;
que cada minuto muere una persona tratando de cruzar alguna frontera, y según
la ACNUR, veinticuatro personas son forzadas a desplazarse a cada minuto.
Peligrosa porque
nos puede arrebatar la vida, restrictiva porque nos cohíbe de ciertos derechos,
y ardid del hombre porque a veces sirve a este para la consecución de sus
sueños; así es la migración.
Por
Andrison R. Sánchez Medina
Lic. en Relaciones
Internacionales
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